jueves, 26 de septiembre de 2013

Definir un estilo

Las etiquetas gustan y mucho. Sobre todo en el fútbol. Que si tal jugador tiene velocidad, que si el otro sólo vale para robar y dar, que si ese defensa es marcador y poco más... Cierto que cada futbolista tiene unas cualidades y que dentro de un terreno de juego, por su demarcación y por la forma de jugar que posee el equipo, las desarrollará de una o de otra manera. Esos mismos sambenitos se trasladan a la hora de hablar del estilo de los equipos: quiere jugar el balón, es defensivo, busca el contragolpe... Pues bien, en estas líneas voy a intentar reflexionar sobre lo que a mi parecer es el estilo de juego, los factores que influyen (algunos) y cómo debe derivar en crear una identidad propia más allá de que después se pueda o no catalogar. Evidentemente, aquí no se van a encontrar recetas, mi recorrido como entrenador es mínimo y no soy quién para sentar cátedra, pero si puedo ayudar que a alguien pueda pensar en ello. Además, probablemente falten cosas y haya puntos que se deban desarrollar más ampliamente.

Por de pronto, para que haya un estilo debe existir una, o varias, personas que tengan en la mente esa idea. Como es evidente el entrenador tiene que ser el 'visionario', el que marque las bases sobre lo que quiere que hagan sus futbolistas sobre el campo. Es fundamental, por lo tanto, que sepa transmitir sus mensajes, que esté decidido, que se le note creíble en sus argumentos, que actúe con coherencia siempre (algo básico) y que sepa adaptarse (también es vital). En este sentido, el llamado estilo no sólo queda marcado por lo que se pretende cuando se tiene la pelota. El fútbol es mucho más que eso. Además de ataque (qué hacer con el balón) y defensa (qué hacer sin él), en la actualidad se le da mucha importancia a las transiciones defensa-ataque y ataque-defensa. Quiere esto decir qué es lo primero que hago en cuanto robo la pelota (transición defensa-ataque); se busca mantener la posesión, tener el control del juego o por el contrario quiero ir rápidamente hacia la portería contraria para aprovechar los espacios y el desorden del rival... O qué es lo primero que se hace cuando se pierde la pelota (transición ataque-defensa); se presiona al rival que tiene la pelota y el resto del equipo repliega, todos repliegan hasta una determinada zona, hay presión de todo el equipo... 

Uno de los factores decisivos para poder desarrollar ese proyecto de juego es el material humano con el que se cuenta, es decir, las características técnicas, tácticas y físicas de los futbolistas. Será complicado querer tener el control del juego si tus jugadores no cuentan con la habilidad del control y el pase, principalmente. O sería contraproducente si apostando por esa idea se le exige a los centrales que golpeen en largo siempre (incoherencia entre lo que se pretende, tener la pelota, y lo que se ordena). O viceversa, apostar por la intensidad en la presión durante los 90' si resulta que mis jugadores físicamente apenas están dotados para ello. Por eso, esos entrenadores con el ego subido de aquí se juega a lo que yo ordeno, sin ir más allá de qué es lo mejor con lo que tengo entre manos, puede que tengan los días contados. Seguramente que de forma puntual obtengan resultados puntualmente, pero cada equipo, categoría o grupo es diferente y cambia de una temporada a otra. Por lo tanto, no les auguro un largo recorrido, aunque quizá me equivoque. 

Por eso he mencionado antes el aspecto de la adaptabilidad: saber qué es lo que manejas, un grupo humano al que hay que exigir durante los entrenamientos, pero a la vez hay que mimar, al que se le debe dar total confianza (tanto como grupo como individualmente), pero sin que eso derive en la relajación. En ocasiones, habrá que demostrar tener mano izquierda, pero en otras habrá que ser inflexible. Todas esas pequeñas cosas incidirán en que ese denominado estilo de juego vaya surgiendo muchas veces de forma inconsciente pero consciente.

Recuperando la idea inicial, el estilo suele circunscribirse a si es vistoso o no. Pues esto, como todo en esta vida, es cuestión de gustos. Habrá a quienes les apasione que su equipo tenga el 70% de la posesión del balón, aunque se juegue en horizontal (a lo mejor utiliza la conservación del balón para otro fin como puede ser descansar),  habrá quienes renuncien a atacar (el esférico para el contrario), de inicio, para aprovechar las transiciones defensa-ataque propias en una determinada zona del campo que te posibilite estar más cerca del área rival. Todo es válido. Habitualmente se tiende a catalogar que si un equipo defiende de una manera, por extensión debe hacerlo de una forma determinada en ataque. Eso es un error, bajo mi punto de vista. Cada entrenador maneja sus variantes y tiene que buscar la forma que más se ajusta al perfil de sus futbolistas para defender, para atacar y para saber qué es lo que tiene que hacer en las transiciones. 

Eso significa que los jugadores deben saltar al terreno de juego manejando opciones sobre qué hacer ante determinadas circunstancias y variables. El rival, por mucho que algunos no lo vean, influye más de lo que cabe en la manera de jugar de un equipo. Por eso, más que un estilo hay que acercarse a una identidad propia, a saber cómo defender ante un determinado ataque contrario y a buscar las cosquillas al oponente ante la diversidad de maneras de defender que pueda plantear. Es decir, que lo previsible sea conocer que tu equipo, aunque el resultado no salga (hay veces en las que el premio al esfuerzo no se traduce), sepa 'combatir' las dificultades encontradas con los recursos trabados previamente. Por lo tanto, la coherencia entre lo que se trabaja durante la semana debe ir acorde a lo que se exige el día del partido. De esa manera, se generará una identidad propia y un estilo de juego (variable en función de las circunstancias de cada partido).

Seguro que a este cúmulo de ideas expresadas en los párrafos anteriores les falta un rigor científico, pero estas cosas no se miden (y eso que estamos en una sociedad en la que parece que si no mides las cosas te falta algo), aunque también hay maneras de hacerlo. Son sensaciones, aportaciones personales, que fluyen por mi cabeza y que, mejor o peor, ahora intento inculcar a mis jugadores. Como les dije el primer día, el fútbol no va de evitar que te marquen un gol y de meterlos tú, es un juego en el hay que pensar.

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