Habrá quienes digan que esta
Oyonesa nos la han cambiado. Quizá el traslado de El Espinar (donde el terreno
de juego y la afición han ganado muchos puntos) al Oion Arena (unas
instalaciones perfectas, con una grada cercana y un campo de hierba artificial
moderna) ha afectado, por supuesto. Sin embargo, las máximas que pregona Jorge
Ochoa siguen siendo las mismas que hace doce años cuando el club alavés le
abrió las puertas para dirigir al filial, donde doce meses fueron suficientes
para dar el salto al primer equipo, lugar que mantuvo durante seis temporadas
hasta que su amigo José Ignacio Sáenz, actual director deportivo de la UDL, le reclamara para ser el segundo
entrenador del Logroñés CF. Después de una campaña retornó a su origen, a su
hábitat preferido para dar lo mejor de sí mismo y del club. La actual es la
quinta temporada consecutiva. Quién sabe si será la última. O no.
Decía que Ochoa es fiel a sus principios: entrega, intensidad, ritmo…
todo se consigue con trabajo en los entrenamientos, con sacrificio en los
partidos y con el compromiso de todos los futbolistas que han pasado por sus
manos. Los que no aceptaron sus premisas han durado poco bajo su batuta. Y eso
que el técnico blanquiazul ha tenido que reciclar su plantilla. Los comienzos
fueron duros porque se apostó por dar continuidad a la gente de Oyón. Las cosas
fueron saliendo y se formó un grupo homogéneo, muy comprometido, que ya daba
muestra de intimidad sobre todo cuando ejercía de local. Ochoa aclimató un
estilo a las condiciones de El Espinar. Es como si los futbolistas (Imanol,
Pedro Vitoria, Beto, Nano (con ida y vuelta), Dani Flores, Santi, Corzana,
Asier… luego se unirían los Gustavo Bezares, Ureta, Óscar Santos, Javi Sanz,
Berni, Jiménez…) conocieran todos los secretos de un campo irregular, casi siempre
embarrado pero que se adaptaba, a las mil maravillas, a una propuesta, quizá
poco vistosa, pero muy efectiva. Contundencia defensiva, que a veces, pocas,
rozaba la violencia; mucha intensidad y ritmo; juego directo, segundas jugadas
y velocidad y picardía en la delantera fueron suficientes para que este equipo
fuera abriendo un hueco entre los mejores de la categoría.
Curiosamente el salto
cualitativo, con el título de la Copa Federación de La Rioja, llegó con
Guillermo Zangróniz en el banquillo. El estilo del actual entrenador del
Calahorra se dejó notar porque a las características habituales se buscó un
intento por tener la posesión de la pelota. Hubo ocasiones en las que no se
entendió, otras en las que fue necesario… pero el caso es que los aficionados
demandaban el otro fútbol, el más visceral, el de la garra, es decir, las señas
de identidad de una Oyonesa que, por méritos propios, se había convertido en la
bestia negra del Haro, por ejemplo.
De ahí el retorno de Ochoa a su hogar.
Andrés Sarabia, presidente del club, delegó en él las cuestiones deportivas y
mal no le ha ido. La recompensa a ese inmenso trabajo vino hace dos temporadas
cuando la Oyonesa acabó primera del grupo XVI de Tercera. Todo un hito, que le
permitió a la campaña siguiente disputar la Copa del Rey (la Copa Federación
nacional ya la había disputado tras quedar campeón en la Territorial), además
de disputar, por primera vez en su historia un ‘play off’ de ascenso a Segunda
división B, donde la Real Sociedad B, primero, y el Coruxo, después,
demostraron que la ilusión no era suficiente para cambiar de división.
La temporada pasada fue un poco de
transición, con el cambio de escenario a principios de 2011. La resaca de la
campaña anterior, con título incluido, parecía que obligaba a los alaveses a
luchar por el mismo objetivo, pero la realidad fue diferente por cuanto hubo
otros clubes que se habían reforzado a conciencia para estar en esa pugna,
caso de la SDL, que estrenaba categoría, y del sorprendente Náxara, amén del
Haro o el siempre eficaz Anguiano. En el comienzo de esta actual liga, la
Oyonesa ya se preveía que iba a ser uno de esos conjuntos que iba a dar guerra,
fiel a sus premisas, pero que se podía quedar descolgada de los puestos de honor. Los refuerzos, Sergio
Domínguez, Mikel, la vuelta al fútbol de Carmelo y Javi Gómez (que ha
encontrado los minutos y la participación deseada en el Agoncillo), además de
la incorporaciones del filial (Patas e Indiano), remarcaban que la ambición
oyonesa no tenía fin y sus pretensiones pasaban por mejorar lo realizado doce meses antes,
cuando terminó en la octava posición. Sin embargo, un inicio demoledor: 3
puntos sobre 21 hizo encender las alarmas. ¿Qué pasaba? Se cuestionaba todo,
incluso al sempiterno entrenador. ¿Fin de ciclo, falta de ambición por parte de
los jugadores?, falta de aclimatación al Oion Arena? Mil y unas preguntas que
no encontraba una solución concreta.
El caso es que, desde dentro, no hubo
nerviosismo. Se apostó por seguir trabajando con las mismas premisas y la
dinámica cambió. Los resultados favorecían y el grupo empezó a creer en sus
posibilidades. Volvió a ser un bloque competitivo, como es actualmente.
Actualmente es noveno, en zona de nadie, a 6 puntos del Calahorra (8º) y 7
puntos mejor que el Arnedo (10º con un partido menos), pero seguro que el
próximo objetivo es dar caza a los rojillos. Por tesón, entrega y ganas, no va
a ser. Además, ese fútbol de raza también ha variado, ahora hay más
atrevimiento y eso lo da el perfil de jugadores que maneja. En la portería
alterna Berni y Cristian; la defensa cuenta con hombres fijos como Javo y César
Chasco de centrales, mientras que Pinillos, David Sánchez, Jiménez y Ureta (obligado
por las bajas alterna el lateral y el interior) se alternan en los costados.
Nano (a veces ejerce de central), Toño y Sergio Domínguez son los hombres que
controlan y dirigen la medular (recambios de Mikel), con Escribano y Óscar
Santos (cuando las lesiones le han dejado y alternando su lugar con la
delantera), además de la ayuda de Indiano completan los extremos, mientras que
Gustavo Bezares es un seguro como ariete.
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