lunes, 18 de marzo de 2013

Aprender para no repetir errores

Jornada sin frutos para los equipos riojanos en Segunda B. Dos derrotas, tres goles encajados y ninguno marcado. Toca aprender de lo sucedido en esta jornada. La Unión Deportiva Logroñés es ahora décima con 37 puntos tras perder frente al Alavés. Los de Pepe Calvo ya no miran hacia arriba, tienen que hacerlo hacia abajo. Mala señal. Sin embargo, es lo que les queda, ya que el descenso está a 6 puntos menos. Por eso, el principal objetivo pasa por amarrar la permanencia cuanto antes. Y no cometer errores que se suceden puede ser el camino. Por su parte, la Sociedad Deportiva Logroñés perdió en Las Gaunas, por la mínima, ante el Eibar. En principio, no era un partido de su liga. Buscó un plan para no encajar, trabajó para que saliera, pero un zarpazo de Capa imposibilitó que los blanquirrojos sumaran. La promoción y el descenso se acercan, sólo 2 puntos de ventaja. Pero este sino ya era conocido por los de Agustín Abadía y desde la primera jornada están mentalizados para ello. Toca sufrir y lo saben. Lo positivo es que son décimo terceros con 33 puntos y que este equipo, como novato, tiene que pagar, a veces, el peaje de la inexperiencia.

En el caso de la UDL su partido frente al líder dejó claras varias cosas. Por de pronto, este equipo, ya ha tenido tiempo para ello, parece encontrarse en período de aprendizaje. Y eso no sé si catalogarlo como positivo o negativo. Según apuntó en Mendizorroza es un bloque que muestra buenas maneras, principalmente en el primer tiempo, que ha variado sus intenciones, ahora mucho más directo y vertical, con menos elaboración de inicio y con mayor presencia, de hombres, en la parcela ofensiva. El cuadro blanquirrojo presenta varios futbolistas con calidad individual, caso de Ardanaz, al que la medular se le hace; muy dura cuando tiene que detrás de la pelota, de Mario Barco, fajador y un constante incordio para la zaga contraria; de Garban, con destreza en los pies y siempre dispuesto a ayudar a sus compañeros, lo cual es de agradecer; de Iñaki, cuyas arrancadas por banda, cada vez menos constantes, son un respiro para el ataque riojano; o de Barrón, sin duda, el futbolista más desequilibrante que maneja Pepe Calvo, lástima que participe tan poco en el juego, que sus aparaciones sean intermitentes y como atropelladas.

Sin embargo, hay cosas que no funcionan. Que sólo se tire entre los tres palos una vez (remate de cabeza de Garban tras buen centro de Iñaki desde la izquierda) en el segundo tiempo es esclarecedor. Que este equipo no demuestre capacidad de reacción también es alarmante. Aunque a lo mejor este hecho haya que encontrarlo en la dinámica general de la temporada y no sólo en este partido puntual, ya que es algo habitual. Sin embargo, es más preocupante otros aspectos que afloran cierta incoherencia en los propósitos. Si esta UDL es más directa, de inicio, choca con lo expuesto sobre el campo, cuando se roba la pelota, ya que no hay transiciones rápidas, se opta por aguantar el balón y empezar de nuevo. Es decir, facilitar la labor de la defensa rival para que se pueda organizar y esté en disposición de despejar los balones en largo. 

Además, en los futbolistas hay dudas. Si se golpea en largo, hay que estar atento a las segundas jugadas, cuestión que se hizo durante casi toda la primera mitad y que dio sus frutos porque a raíz de ahí se podían generar entradas por banda. Pero en la segunda parte, eso pareció olvidarse, ya que todas los balones sueltos eran de color blanquiazul. Otro asunto a tener en cuenta es la gran cantidad de pérdidas que acredita Moustaphá. Su balance defensivo es encomiable, pero cuando la UDL tiene que depender, en la creación, de la salida del balón del centrocampista, las opciones de éxito son escasas. Su labor, como quedó testada la temporada pasada, pasa por recuperar y dar un pase fácil, de corta distancia, a un compañero. Esta campaña, sus funciones aumentan y se le ven más las deficiencias, lo cual perjudica al juego grupal en aras de lograr un ritmo elevado de juego y cierta constancia en las acciones. Los cambios introducidos por el preparador leonés en busca de la remontada, que los propios jugadores ni siquiera creyeron, no funcionaron. Quero apenas participó y sus centros fueron deficientes, mientras que Alejandro, como medio centro ofensivo, estuvo desubicado y fuera de sitio, ni llegaba al ataque ni ayudaba en defensa.

Recupero la idea de aprendizaje. Después de unos primeros 45' aseados, correctos en casa del líder, desde que comenzó la segunda parte, la predisposición no era la misma. Entre que el Alavés dio un paso al frente, ya en los minutos finales del primer tiempo había probado a Sergio López, y que la UDL retrocedió unos metros su presión y su línea defensiva, el conjunto blanquirrojo se convirtió en un bloque asustadizo, que iba detrás de la pelota y que dejaba a su rival sentirse cómodo. Podía pensarse que era una estrategia riojana si cuando se robaba se buscaba, con rapidez, a Mario Barco y a Ubis, pero como no era el caso, hay que pensar que este equipo debe sufrir lecciones en el campo para espabilar. El problema es que ni estamos en la jornada 4 de liga, por ejemplo, ni Pepe Calvo acaba de llegar al banquillo riojano, ni los futbolistas se estrenan en el grupo, ni la UDL es nueva en la categoría. Es como si el lugar que ocupa el cuadro blanquirrojo en la clasificación fuera un espejo de lo que sucede en el campo. Esto es, que circular por la zona de nadie significa cierta irregularidad durante los 90' que acaba pagándose cuando se comete errores a la hora de tomar decisiones. Porque los dos tantos del Alavés tuvieron a idénticos protagonistas futbolistas riojanos: Iturralde y Raúl Torres. En el primero, Guzmán se gira, por el medio, entre ambos futbolistas. Ni el centrocampista le encima cuando debe ni el defensa está atento a la cobertura. Consecuencia, los dos jugadores acuden a la vez y el blanquiazul se zafa de los dos con un movimiento. En el segundo, Borja Viguera recibe de espaldas, sin que ningún jugador acuda a molestarle, ni el navarro (como central) ni el madrileño (como lateral). El delantero se gira sin problemas y encara a Iturralde, sin que Raúl Torers puede llegar a la cobertura, luego éste retrocede y le deja tirar. Lo dicho, cuestión de seguir estudiando. ¿Qué le queda ahora a la UDL? Amarrar cuanto antes la permanencia. El primer paso se puede dar frente al Real Unión.

Por su parte, la SDL saltó a Las Gaunas con la intención de no encajar un gol. Más concretamente, con la idea de que el Eibar no pudiera correr y pillara desprotegida a la zaga local, como sí sucedió en Ipurúa. Por eso, Agustín Abadía, que ya lo ensayó en el último entrenamiento, apostó por una defensa de cinco (Miguel y Gerardo, de laterales; Ledo, Metola y Yécora, de centrales), con dos pivotes (Pitu y Fran Sota), un enganche (Del Puente, algo desubicado en esa posición, ya que ni llegaba al ataque ni cogía las segundas jugadas) y dos delanteros (Jorge Herreros y Tamayo). Todo ello, además, con el debut de Mandaluniz bajo palos (se mostró como un portero valiente en las salidas, con un golpeo correcto, y con dirección, de la pelota, además con ambas piernas). La propuesta era clara: esperar, ceder el balón al Eibar, evitar que los visitantes anotaran a balón parado y salir a la contra con espacios

Las tres primeras suposiciones se cumplieron. La primera y la segunda se complementaron y se acusaron desde la primera pelota. La SDL estaba relativamente cómoda, impedía que los vascos llegaran por banda y que sus únicas opciones pasaran por desplazamientos largos, en los que sobresalió Metola despejando cualquier acción aérea, y por jugadas de estrategia (tercera premisa). Aquí ya hubo más problemas. Sobre todo porque Arregui parecía omnipresente. Todos los balones le llegaban al central armero (o los sabía buscar). Remató el 90% de las veces, aunque bien es cierto que con oposición, lo que dificultó su precisión. También hay que añadir el perfecto lanzamiento de los córners, un aspecto decisivo porque en la segunda parte, los envíos fueron defectuosos, lo que facilitó la labor defensiva de los blanquirrojos. Pese a todo, Arruabarrena pudo romper el desequilibrio marrando un remate franco a dos metros de la portería que picó en exceso.

Ahora sólo quedaba buscarle las cosquillas a Irureta (cuarta premisa). Sin embargo, eso costó mucho más. Tanto en tiempo como en repeticiones. En la primera mitad, el guardameta visitante se quedó frío y en la segunda sólo fue inquietado en cuatro ocasiones: un contragolpe, el único, que finalizó con un tiro sin fe Del Puente; un centro pasado de Metola desde la derecha que obligó a Irureta a repelerlo con algún apuro; un tiro, elevado, de Ledo desde dentro del área; y un tiro centrado desde la frontal del área, el único entres los tres palos del partido de los locales (fue en el minuto 90), de Hierro, que atrapó el meta en dos tiempos. Con ese bagaje ofensivo, lo normal era que los blanquirrojos no marcaran. Fue el único pero al planteamiento de los riojanos. El trabajo, la entrega, la solidaridda defensiva, el esfuerzo colectivo en aras de mantener la portería a cero fue elogiable. Sin embargo, tampoco se llevó a cabo. La razón hay que buscarla en el sensacional tiro, potente y que entró por la escuadra, que se sacó de la chistera Capa tras recoger un rechace en el área. Fue imposible para Mandaluniz.

Ese tanto, a falta de 20' para el final, provocó un cambio de escenario. El Eibar, con el marcador a favor, bajó un poco la línea de presión, retrocedió unos metros y dejó hacer a los locales. Abadía retocaba el dibujo y volvía al 4-2-3-1 habitual con Ledo, Metola, Gerardo (de central) y Miguel (de lateral izquierdo) en la defensa; Pitu y Fran Sota, como pivotes; Del Puente, Hierro y Toledo, en las medias puntas; y con Javi Torres como delantero. Entonces, la SDL quiso la pelota, trató de elaborar, de mandar, de llevar la iniciativa... aunque sin generar grandes ocasiones de gol. Fran Sota, un gran manejador del balón, ganó protagonismo, pero faltaba conectar con los hombres más adelantados. El ejemplo de estos intentos se pudo dar en la última jugada del choque. Gerardo y Miguel tocando atrás mientras presionaba con insistencia Jito. La pelota iba del lateral al central. Una, dos y hasta tres veces. Había que ira hacia delante. Pitu llegaba en apoyo, Gerardo le daba el balón, pero el centrocampista retrocedía para el veterano futbolista que se quedó con las ganas porque el árbitro señalaba el final del partido. Quizá ser conscientes del tiempo que restaba para buscar, ya con Metola incrustado como ariete improvisado, un balón largo como último recurso hubiera sido más apropiado. Sin embargo, fue una tónica porque la SDL quiso, trabajó con empeño, se fajó durante los 90 minutos, pero no pudo ni mantener la portería a cero, objetivo de partida, ni crear dudas a la zaga eibarresa saliendo a la contra. Toca pensar en el Zaragoza B, un duelo de los que gustan a la SDL.

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