jueves, 22 de noviembre de 2012

Personalidad en los equipos

Es lo que todo entrenador busca, que un jugador nunca se dé por vencido, que sude la camiseta, que luche por cada balón como si fuera el último, que trabaje en conjunto con sus compañeros, que siempre esté atento durante los partidos, que se tome en serio su profesión, que tenga ansias de mejorar y de vencer, que sea regular, que disfrute en las grandes ocasiones y que sepa soportar situaciones de dificultad. Ahí es nada. El futbolista perfecto. Al menos en cuanto a personalidad, predisposición y actitud. Con una veintena de individuos con este perfil, se puede entender que a nada que el técnico aplique el sentido común, explote las virtudes de los suyos el bloque adquirirá una personalidad propia. El problema, como siempre, queda en saber si el entrenador designado tiene esa capacidad. Es decir, que un buen preparador no sólo debe conocer las variables que afectan a los aspectos tácticos, técnicos y físicos. Manejar esos aspectos intrínsecos a los futbolistas para despertarlos es fundamental para que un equipo, más allá de los jugadores que salten al césped, ofrezca una personalidad propia. Evidentemente, el carácter del entrenador y su sello con particulares. 

Si se hace una comparación con equipos y entrenadores en la élite, se podía decir que el Barcelona de Pep Guardiola, por ejemplo, tenía una personalidad propia (más allá de su estilo); que el Atlético de Madrid de Simeone (insisto independientemente de los resultados) también ofrece una personalidad distinguida... pero no son los únicos. Joaquín Caparrós, por ejemplo, allá donde ha estado ha inculcado unos valores que luego se trasladan al terreno de juego. En este caso, su personalidad se plasma en el equipo. Pero dejando a un lado el profesionalismo, si bajamos a lo regional también existen casos en los que el sello del equipo se forja día a día y se exhibe cada domingo con una personalidad propia. De esta manera, Eduardo Arévalo, actualmente en el Alfaro, ha intentado cultivar su personalidad por los clubes en los que ha estado. Salvo en el Varea, en el resto ha demostrado que sus equipos han mostrado una personalidad (hay que ver más allá de los estilos, aunque también es una variable más). Pero no es el único, Raúl Martín, ahora por tierras catalanas, fue tildado en su momento de ser un entrenador defensivo, rácano... pero pocas veces se ha destacado la intensidad, el ritmo, la unidad, la presión exhibida de su plantel. Eso es personalidad. Hay más ejemplos, pero considero que son significativos porque muestran estilos de juego diferentes.

¿A qué viene esta parrafada? La historia no engaña y la Unión Deportiva Logroñés tiene desde su origen, váyase a saber los motivos, un gran problema: la falta de personalidad. La poca capacidad que ofrecen el equipo para transmitir. Por la trayectoria llevada, no es achacable a los entrenadores que han dirigido la nave blanquirroja. Josip Visnjic, Nacho Martín y ahora Pepe Calvo se han encontrado con idéntico lunar. Los comienzos del preparador serbio fueron complejos ante la escasez de material humano. Nadie puede ocultar que se trata de una persona con carácter, pero por unas cosas o por otras no supo o no pudo contagiárselo a sus futbolistas. Nacho Martín, nadie puede ocultar su personalidad, tampoco encontró la varita mágica para que sus jugadores forjaran una identidad propia. Es más, el técnico riojano, en rueda de prensa, constató que había futbolistas, que por su experiencia, debían dar un paso más. Quiere esto decir que sabía que esa falta de pesonalidad podía ser el principio de su fin como preparador de la UDL. Pepe Calvo se encontró un bloque roto y él parecacompañarles en esos malos momentos. Comenzó a trabajar desde atrás y el equipo fue remontando posiciones gracias a una gran racha de resultados en la segunda vuelta. ¿Demostró personalidad el equipo? La verdad es que salvo contadas ocasiones, al colectivo le faltaba llegar al aficionado. Cierto que los marcadores positivos ayudan, sin duda, pero... había dudas. Comenzó la temporada y este grupo sigue siendo, en el campo, igual de tibio. La poca capacidad de reacción, dentro y fuera del terreno de juego, no invita a formar un carácter propio. ¿Culpa del preparador leonés? La historia dice que no.

¿Habría que culpabilizar a los jugadores? Tampoco es plan de 'echar a los leones' a los protagonistas de este juego. Pero sí es cierto que la suma de los individuos forjan al colectivo, que todo suma y que las rasgos de cada futbolista puede ayudar a que el grupo ofrezca cierta personalidad. Aspectos difícil de marcar como la determinación, la lucha, el trabajo en equipo, la agresividad, la concentración, la valentía... son caracteres necesarios, muchos de ellos naturales y difíciles de inculcar de la noche a la mañana. Pero también la serenidad o la capacidad para tomar decisiones, junto a la profesionalidad, la consistencia, la presión ante determinados partidos y la ambición personal pueden ayudar a encontrar ese jugador líder que contagie a sus compañeros. Evidentemente, la experiencia acumulada ayuda a tener en cuenta estos aspectos, puesto que un chaval de 18 años bastante tiene con salir al campo como para ponerse a pensar en estas variables. Sin embargo, pasada la treintena los futbolistas, por el bien común, apelan, casi sin querer, a ayudar al colectivo y muchas veces es más importante esta capacidad que la meramente deportiva.

Que cada cual saque sus conclusiones, pero espero haber ayudado, aunque sea un poco, en tratar de comprender lo difícil, aunque pueda parecer más sencillo, que es dar y forjar una carácter propio a un colectivo porque, muchas veces, aunque se tenga una personalidad definida (no hablo de estilo, aunque es cierto que también ayuda) el gran paso es poder traspasar fronteras, en este caso, que cale en el aficionado, que llegue a los corazones de los abonados, que ésos hagan propio y lo interioricen. Así se ganan seguidores.

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