lunes, 15 de septiembre de 2014

Media hora para enmarcar

Que la Unión Deportiva Logroñés apunta manera y parece estar en condiciones de poder, cuando menos, pelear por algo quimérico en otras ocasiones es evidente. Sobre todo después de ver la primera media hora del partido de ayer frente al Tropezón. 30 minutos de fútbol vertical, con llegadas por los extremos y por dentro, con tiros lejanos, con presencia en el área rival con bastantes faltas laterales y saques de esquina y... lo más difícil con goles. Hasta cuatro, y un quinto anulado. En esa fase se apreció a un equipo decidido, sin compasión del rival, avasallador, brillante a la hora de finalizar las jugadas y con una idea en la cabeza: arrollar a un frágil rival.

Entendible, con esa mentalidad y decisión sobre el terreno de juego, que a los 5 minutos tras un pésimo despeje de Conde (nunca hay que hacerlo al centro y menos si va a media altura), un mal control de Camochu y un afortunado rebote que le vino a Menudo se abriera el marcador. Dos minutos después Íker Alegre, omnipresente y referente durante esa fase del choque, no se lo pensó para tirar con potencia y raso, además de ajustado al palo, para batir a un Iván que no se podía creer la efectividad de su oponente. Pero el UD Logroñés no se conformó. Menudo estuvo a punto de marcar el tercero, pero esta vez el meta visitante lo evitó. 

El monólogo se interrumpió cuando Álex superó a Titi, ejerció de lateral, se metió en el área y chutó con toda la intención del mundo cruzando la pelota. Pero se encontró con un Miguel supremo que sacó una mano, abajo, salvadora. Fue la primera acción meritoria de una tarde atareada para el meta riojano pese al marcador final. Pero ni el susto en el cuerpo inquietó a los blanquirrojos, que estrenaron su nueva camiseta (con bastante parecido a la del Sporting de Gijón de la temporada pasada). El peligro de los anfitriones se centró en las faltas laterales. Primero Menudo puso un balón de lujo para que Julio Rico cabeceara al fondo de las mallas, aunque en posición de fuera de juego. Fue un aviso porque acto seguido, Menudo la puso en el área, Moisés peinó, la pelota tocó en el poste y, de rebote, golpeó en Iñaki con la mala fortuna que el lateral introdujo el cuero dentro de la portería. 3-0 y aún 70 minutos por jugar. El vendaval de juego era algo impensable y había que frotar los ojos para comprobar si lo que ocurría era real.

Todo lo contrario que la sensación vivida por el Tropezón. Para ellos lo acontecido en Las Gaunas era una pesadilla de auténtico terror. Máxime cuando Íker Alegre asistió a Camochu, que realizó un desmarque de ruptura entre el lateral y el central, para quedarse ante Iván, al que superó con una preciosa vaselina al primer toque. 30 minutos y un 4-0 esclarecedor de lo que estaba ocurriendo sobre el campo. Había que poner la pausa porque de continuar con la dinámica el resultado final podía ser sonrojante para el derrotado. En este sentido, el descanso hasta le vino bien al Tropezón.

De hecho, Lolo Herrera hizo dos sustituciones y modificó su dibujo, del 4-2-3-1 inicial viró al 5-4-1. Quería dar consistencia y seguridad defensiva a la vez que aprovechar la velocidad en las transiciones. Lo logró. A ello contribuyó una UD Logroñés que se fijó en el marcador, que no trabajó como debía, que permitió que su rival creyera en que podía maquillar el resultado y que bajó su intensidad defensiva. Porque si la buena presión, y los robos en campo ajeno, realizada en el primer tiempo había sido una de las claves para entender el 4-0, la ausencia de equilibrio en la segunda parte también servía para asumir el 0-1 encajado. Y pudo ser más grave si Miguel, muy acertado tanto debajo de los palos como muy atento para salir fuera del área a cortar un par de balones, no hubiera demostrado que esta campaña no hay dudas respecto a su rendimiento.

Carlos Pouso también movió sus piezas. Herreros, que necesita minutos, entró en escena por Sergio Martínez, con amarilla, mientras que Amaro relevaba a Camochu (jugador por jugador) y Abaroa hacía lo propio con Ubis, lo que provocó que Íker Alegre ejerciera de ariete, Titi se pusiera de extremo y Julio Rico ejerciera de lateral (cada vez que está alejado de la zona de creación, el equipo lo sufre con pérdida del control del juego). Bien sea por el abultado marcador (relajación local), por las diferentes sustituciones en ambos conjuntos o por el cambio de sistema del Tropezón el caso es que la segunda parte fue muy diferente. Fresno, que había salido de refresco, se convirtió en el mejor jugador visitante. El esférico ya no era de propiedad riojana y los cántabros trataban de cuidarlo, de llevarlo con criterio a las bandas o ponerlo a la espalda de su oponente para generar acciones de peligro. 

Fresno avisó tras robarle la cartera a Herreros y presentarse ante Miguel. Buscó sorprenderle por bajo, pero el meta adivinó sus intenciones. Acto seguido, hubo idénticos protagonistas. Mal despeje en el primer palo del central autoleño y Fresno buscó el gol, pero Miguel, con el cuerpo, envió a córner. El decorado era diferente. La posesión, aunque seguía de lado riojano, había virado de intenciones. Los riojanos conservaban la pelota pero sin hacer daño, mientras que los cántabros amasaban y luego buscaban la velocidad de sus hombres ofensivos. El Tropezón merecía más y Fresno, desde lejos, superó a Miguel con un tiro en parábola imparable. Un golazo. Restaban 16 minutos y apenas hubo reacción local cuando Álex, a bocajarro, pudo hacer el segundo para los visitantes. No contaba con el despeje de un magistral Miguel. Entonces sí que se atisbó algo de orgullo en los jugadores blanquirrojos. Eso se entiende cuando Abaroa puso en aprietos a Iván con un buen remate y cuando Menudo se encontró con el larguero. Dos acciones suficientes para mermar las ansias de los pupilos de Lolo Herrera y dar por zanjado un choque resuelto en la primera media hora.

Ahora viene la pregunta del millón. ¿Qué pasó para ver dos partes tan diferentes? Ni siquiera Carlos Pouso supo responderlo. Evidentemente, de puertas hacia afuera estuvo apoyando a sus jugadores y se autoinculpó de la posible relajación que se apreció en la segunda parte. Ya habrá oportunidad de que sus futbolistas, a modo interno, sean conscientes de que no se puede volver a repetir. El enfado del técnico blanquirrojo era evidente. Se puede asumir cierta relajación, pero no apatía y poco sacrificio para continuar trabajando. Y eso faltó. El desequilibrio fue constante en los segundos 45 minutos y hasta Pouso reconoció que su equipo, en esa fase, le recordó a un filial. Hasta concretó que el equipo careció de la competitividad y la seriedad necesaria para pelear por cosas importantes. Un aviso para navegantes porque según explicó, "en mi diccionario no existe la palabra relajación", así que pese al gran resultado y la soberbia primera media hora, la UD Logroñés debe seguir apuntalando cosas. Sumar 7 puntos de 9 posibles está muy bien, las sensaciones que frece también, así que sólo queda pulir esos detalles que le deben hacer un conjunto ganador al cien por cien. La próxima cita es en Compostela, el sábado.

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