viernes, 5 de septiembre de 2014

Guerra de bidones

Aunque este espacio no acostumbra a mezclar deportes para centrarse en el fútbol, hoy voy a hacer una excepción para hablar de la etapa 'clásica' o 'propia de un Mundial' de la Vuelta a España vivida ayer en Logroño. En concreto, dedicaré unas líneas al casi único interés que hubo durante las horas de carrera, la divertida guerra de bidones

Para empezar, pongo el contexto. Ocho vueltas a un circuito urbano de algo más de 20 kilómetros permiten a los numerosos aficionados al ciclismo (como a los que no lo son) arropar a los ciclistas a lo largo del recorrido. En este caso, expondré lo que vieron mis ojos. Para lo cual es un detalles interesante señalar cuál era mi posición: metro arriba, metro abajo, en la cuesta (quizá el mayor repecho de toda la etapa) de la circunvalación de Villamediana de Iregua, justo cuando los ciclistas toman la rotonda que les lleva por la carretera de Ribafrecha. Esa ubicación, casi sin querer, como sucediera hace dos años, fue el lugar elegido por los diferentes equipos para abastecer a los deportistas.

Este hecho es importante porque aunque parezca mentira, y ante mi asombro, había grupos organizados con el único propósito de acumular bidones. Que los deportistas pasen por su lado, que haya que animarles... eso es lo de menos, lo que satisface al público es poder camelar a los que dan agua, que los ciclistas tiren bidones a su lado y coger, pegarse incluso por un triste trozo de plástico. Evidentemente no hay más preocupaciones. Lo de apoyar a los ciclistas cada vez que pasan es secundario o terciario, mientras lancen bidones y coja unos cuantos merece la pena soportar el calor.

Sopesar si la etapa es o no emocionante no es una preocupación de los espectadores que sólo ven el paso del pelotón como una oportunidad de acaparar y acaparar, desconozco para qué fin, bidones. Comprobar si los ciclistas, a su paso, van charlando entre ellos, si va cada uno a su bola, si los equipos van juntos, si hay ciclistas rezagados comentando la jugada con sus coches, si hay quienes protegen a sus líderes, cuáles son los rostros de los Contador, Valverde, 'Purito' o Froome... pueden ser detalles que se escapan.

Mi sorpresa, como he avanzado antes, fue comprobar la perfecta sincronización de algunas familias. Hasta barcas de fruta había para poder dejar los trofeos, aunque lo más común era ver a los 'expertos' en estas lides con mochila a la espalda. Lo curioso es que es gente sin rubor, que declara que su misión es ésa. "Ponte ahí", "tú al otro lado, "oye vete un poco más allá", "tú preocúpate de estar atento", "en cuanto tiren los bidones rápido a cogerlos"... frases que se repetían cada vez que los ciclistas estaban a punto de pasar.

Anecdótico o no, que personas adultas enreden a sus hijos, sobrinos, primos o amigos para conseguir bidones de Movistar, Tinkoff Saxo, Astaná o BMC, por poner un ejemplo, dice mucho sobre los valores que se inculcan. Cada uno es muy libre de hacer lo que considere, pero en vez de disfrutar, hasta ocho veces, del paso de los ciclistas cada vuelta se convertía en una auténtica guerra en la que el objetivo prioritario era acumular bidones y luego vanagloriarse de la gesta: "Tengo de todos, menos de Astaná" 

Quizá este hecho tenga que ver en que ése era el único divertimento de una etapa plana, sin brillo y aburrida tanto para el espectador (no quiero decir nada para el que la ve desde el televisor) como para los propios ciclistas, por mucho que algunos públicamente hayan camuflado su opinión. Cierto que el interés se redujo a las dos últimas vueltas cuando el pelotón aumentó el ritmo, entonces sí que los corredores incrementan su tensión por temor a una caída, para poder colocar a su jefe de filas... pero poco más (que se lo digan a los que se cayeron en Avenida de la Paz en el último giro).

Vender a la ciudadanía que esta etapa es como la de una clásica o un Mundial es tomar el pelo a las personas. Quizá el que no haya tenido ningún tipo de contacto con este deporte pueda pensar en eso, pero el resto no. Egoístamente, ojalá que todos los años tenga el privilegio de ver pasar 8 veces a los ciclistas justo debajo de mi casa, pero de cara al espectáculo es evidente que esta etapa chirría con el carácter general visto en los últimos años en la Vuelta a España. Que las posibilidades para montar una etapa que muestre las parajes de La Rioja, con un recorrido exigente, existen está claro, pero muchas veces eso no va en consonancia con lo que los gestores creen más adecuado en función de sus pretensiones.

Por cierto, yo también me llevé un bidón de Caja Rural para casa, pero que conste que fue cuestión de suerte que el ciclista en cuestión lo lanzara al lado de donde estaba. Ni tuve que meter codos ni esprintar para ello.

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