lunes, 13 de mayo de 2013

Desigualdad emocional

El estado mental determina muchas cosas, puede generar una presión añadida cuando hay que ganar porque sí o puede ayudar a salir a flote cuando la situación se pone muy complicada. Como ha demostrado a lo largo de toda la temporada, la Unión Deportiva Logroñés ha sido un bloque frágil de mollera, presa de los nervios, atenazado, sin confianza... muchos factores que restan para lograr un rendimiento individual y colectivo pleno. De eso ha pecado el conjunto que ahora dirige Raúl Llona. Su dinámica actual, 11 partidos sin ganar (desde el pasado 24 de febrero), pesa y mucho. Cierto que desde la llegada del preparador riojano el equipo ha mostrado otra cara, más presionante, más incisiva, más comprometida... aunque en los últimos partidos parece que ha decaído esa intensidad. Sin embargo, continúa cometiendo errores similares: sigue con problemas para marcar, sufre altibajos durante los 90 minutos, es previsible, en ocasiones, en su ataque, no es todo lo contundente que debiera en tareas defensivas... situaciones difíciles de variar de la noche a la mañana. 

Con todo, la UDL demostró en el derbi que es un grupo enganchado a las emociones. El ejemplo se vio tras el tanto de Mario Barco nada más comenzar el segundo tiempo. La rabia del delantero a la hora de celebrar el gol fue un estímulo para sus compañeros, que como posesos buscaron la sentencia ante un rival mermado por la expulsión de Moya pasada la media hora del duelo. Esas ganas exhibidas, ese ímpetu por buscar el segundo, ese deseo de arrinconar a su oponente es a lo que debería haberse agarrado el conjunto blanquirrojo durante toda la campaña para que sus resultados hubieran sido más óptimos para sus intereses. Es la fórmula. Las dudas, como siempre, surgen cuando ese 'modus operandi' se limita a unos minutos, a un espacio de tiempo que además no aprovecha para sus intereses. Fueron momentos en los que la UDL sí dio sensación de controlar su ansiedad, de olvidarse de su situación global del curso, de centrarse en lo que sucedía en el campo y de asegurar un triunfo esimulante y relajante para la jornada final.

Pero como viene siendo algo tradicional, la UDL volvió a sufrir un revés quizá cuando menos lo esperaba, cuando ejercía el control del partido con un jugador más sobre el césped. Es lo que sucede si se le deja respirar a la Sociedad Deportiva Logroñés, si se le permite que crea en sus opciones. Porque si algo ha demostrado esta campaña el bloque riojano es tener fe en sus posibilidades, independientemente de que que la cosa pinte mal. Ha sido su sino, insistir, esforzarse ante las adversidades, ir contracorriente, pelear por cada balón como si fuera el último, adaptarse a las situaciones como iban llegando (Abadía ha tenido que cambiar de defensa prácticamente todas las jornadas). El aspecto positivo ha sido que al final han encontrado el premio a su trabajo y eso alimenta el estado anímico del colectivo. 

El empate en el derbi corrobora que la SDL (no todo han sido alegría porque ha tenido partidos bochornosos) sabe rehacerse. Poco a poco, apenas sin que se vea un punto de inflexión concreto, el cuadro de verde pistacho (ejercía de visitante) fue haciéndose con el mando del choque, fue estirándose, fue creyendo en sus opciones, fue acercándose a Sergio López, fue encontrando el camino hacia el gol. Gerardo lanzaba un córner al primer palo, el balón golpeó en el muslo de Iñaki y la pelota sal mansa, botando, para que Toledo tirara para superar al portero local. Un tanto que sirvió para que la SDL reafirmara sus posibilidades y para saber de qué pasta está hecha la UDL, porque todavía había un cuarto de hora para sumar los tres puntos. De nuevo las prisas, el querer llegar lo antes posible a la meta de Mandalúniz, el tener que volver a imprimir una marcha más si se quería ganar el derbi. Entró en escena la SDL, que pese a ser novato en la categoa tiró de madurez para tratar que no sucediera casi nada en su área. Y eso que Iñaki, por el costado izquierdo, insisitió para que los suyos pudieran tener alguna opción de éxito, aunque las ocasiones fueron casi nulas.

La SDL, por su parte, supo exprimirse. Con dos jugadores fuera de su mejor zona de rendimiento (Miguel de lateral derecho y Candelas de central), el cuadro de Agustín Abadía evidenció hechuras de ser un equipo sólido, consciente de sus limitaciones, que sabe lo que no tiene que hacer y que asume cuáles son sus prioridades ofensivas, que insiste, se multiplica y maximiza sus ataques. Lo demostró durante la primera mitad cuando tuvo una oportunidad, faltó el remate, en los compases iniciales; supo sufrir cuando su rival bombeó balones desde las alas, una de las virtudes desde que Llona se ha hecho cargo del equipo; y se rehizo tras quedarse con uno menos tras la roja que vio Moya en el minuto 34. En el segundo tiempo más de lo mismo, cuando la SDL se encontró con el mazazo inicial tras una buena acción de Iñaki, centró con la derecha al primera palo donde entró con fuerza Mario Barco para anticiparse a Mandalúniz. Hubo unos buenos minutos de los blanquirrojos que trataron de estirar su momento de inspiración con un segundo gol que podía haber sido definitivo. Sin embargo, dejaron con vida a un contrincante que se agarra a un cualquier resquicio para salir a flote.

En definitiva, un derbi (no hay que buscar tres pies al gato y pensar en soluciones idílicas, sino en centrarse en la realidad del fútbol riojano) en el que diera la sensación de que la UDL buscó la meta rival con más insistencia, un hecho; que el cuadro local gozara de las mejores oportunidades, curiosamente con el mismo protagonista en el primer período: remate de cabeza de Iturralde que despejó Mandalúniz y penalti que el centrocampista envió al palo; y que la SDL fuera todo el choque a remolque, el gol en contra y estar casi una hora en inferioridad; pero que también evidenció que el aspecto mental influye y mucho en ambos conjuntos. Mientras que la UDL muestra fragilidad emocional, la SDL ofrece fortaleza. Pese a ello, como mal menor y a pesar de una temporada paa olvidar, los primeros han logrado la permanencia, aunque haya sido más tarde de lo estipulado.

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