jueves, 9 de mayo de 2013

Compromiso emocional

'¡Jugadores, mercenarios!'. Un grito que, por desgracia, está siendo habitual en Las Gaunas esta temporada, cuando juega la Unión Deportiva Logroñés, conlleva varios significados además del evidente. Siempre se habla que los jugadores, en este sentido los profesionales o semiprofesionales, son veletas, que van de un lado a otro en función de las aspiraciones económicas y deportivas que les ofrezcan los respectivos clubes. Hasta ahí, todo lícito. Cierto que hay muchas variables pero los futbolistas buscan por lo general, al principio de su carrera, proyección, es decir, acumular minutos y crecer como jugadores. A medida que avanza su vida deportiva apuestan por otro tipo de necesidades: seguridad, estabilidad, comodidad... Se podría señalar que cuando comienzan tienen 'hambre' de fútbol y que luego se van acomodando, entiéndase esta palabra no en el sentido literal, aunque sí con matices

Como profesionales que son cuando saltan al campo, y durante la semana de entrenamiento, hay diferentes posturas para ejercer esa profesionalidad. Por un lado, aparecen los que son respetuosos con su club, cumplen sus funciones dentro y fuera como jugador, nadie les puede reprochar nada respecto a su comportamiento, dan todo lo que tienen... en definitiva se podría decir que son responsables de lo que hacen. Normalmente a este tipo de comportamiento responde futbolistas con ciertas experiencias y vivencias, que han madurado en el terreno deportivo y personal. Incluso son modos de conducta de futbolistas que asumen que lo suyo pasa por trabajar y por esforzarse. Los 'currantes' del fútbol. Aunque siempre hay excepciones. También los hay aquéllos a los que las situaciones les superan. Quiere esto decir que durante una parte de la temporada han sido regulares y constantes en su modo de trabajar, pero que a medida que pasan los meses, su comportamiento deportivo decrece, disminuye, en muchas cosas por una cuestión de actitud, de desidia, apatía... Encontrar los motivos que han llevado a ese futbolista a ese estado es una misión del entrenador para saber si es posible reconducir su postura o, por el contrario, hay que darlo por imposible. Aunque no hay un patrón evidente, este tipo de jugadores suelen ser más inestables, incluso con más capacidad técnica individual que sus compañeros, poco comprometidos y más proclives a los cambios constantes de vestuarios, además de que suelen anteponer su situación personal a la colectiva. Se mueven más por retos individuales y concretos, que por otro tipo de motivaciones grupales. Incluso hay algunos que están buscando su lugar sin saberlo.

Hasta el momento, sólo he presentado a futbolistas que cumplen o no con sus funciones. Pero en este deporte, como todos los que son colectivos, hay otros aspectos vitales para que un jugador ofrezca el máximo rendimiento acorde a su madurez personal y futbolístca. Muchas veces el problema viene dado por las expectativas creadas (el llamado efecto Pigmaleón) sobre ese jugador. La afición, entrenadores, compañeros generan una idea sobre lo que puede dar o no de sí un determinado futbolista por lo acontecido en su historia deportivo. Pero como muchas veces sucede, en los currículum deportivos sólo hay números, estadísticas... hablan muy poco, o nada, de su personalidad. Uno puede intuir algunos aspectos, pero nunca saber cuál va a ser el rendimiento de un jugador en un determinado contexto. Ese aspecto debería ser algo fundamental a trabajar en los directores deportivos porque sabiendo cómo es una persona se puede llegar a conocer mejor al futbolista.

Por todo ello, cuando se dice que un jugador está de paso en tal club, uno asume que ese futbolista no va a dar el máximo. Cuando la mente de los futbolistas imagina su futuro en otro lugar, en otra dinámica, con otros compañeros, en otro clima, en otra ciudad... se pude decir que ese jugador poco puede aportar al equipo. Puede que a lo mejor, por su calidad individual, resulte un futbolista determinante, pero seguro que su rendimiento va a menos. Él mismo, sin querer, si va a ir quitando del once, si es que partía desde ahí. Poco a poco se irá desentendiendo de su realidad porque se formará una paralela para no entender que el problema es él, no el entorno. Se podría hablar de que este futbolista no ha podido, no ha sabido o no ha querido involucrarse en el proyecto colectivo. Y a lo mejor está dentro de ese primer grupo de profesionales que cumplen con su cometido, aunque me extraña. No ha interiorizado lo que se le exigía, no ha sido receptivo sobre el progreso que podía haber dado como futbolista y como persona... en definitiva su compromiso emocional con el club ha sido inexistente. 

Porque el compromiso deportivo de un futbolista exige, como persona, que sienta como suyo el sitio en el que desarrolla su labor. Los jugadores, evidentemente, tienen infinidad de pensamientos, muchos de ellos contradictorios, que provocan un determinado comportamiento. Porque un club no son los jugadores y el cuerpo técnico, también están los directivos y los aficionados. Uno puede estar a gusto dentro del vestuario, pero sí el clima en la directiva y con la grada no es el más adecuado, ese compromiso, muchas veces inconscientemente, será menor. Todo ayuda y todo perjudica. Incluso el esfuerzo que pueden estar desarrollando determinados jugadores, asumiendo responsabilidades que quizá no deban, puede llevarles a una fatiga emocional que provoque esa desidia y apatía antes mencionada. Es decir, que hay infinidad de variables para que un futbolista explote, baje los brazos y se deje llevar por la inercia. Si eso ocurre, ese jugador no podrá rendir en plenitud.

Después de esta parrafada, me gustaría concluir diciendo que no todo es tan sencillo ni tan difícil como parece. No hay baritas mágicas para saber cómo intentar sacar el máximo rendimiento a un determinado futbolista. Por de pronto, porque cada uno es de una madre diferente, con su educación, principios... lo que para uno es válido, para otro no y así sucesivamente. Lo que sí parece claro es que si ese futbolista encuentra un clima confortable, de positivismo, tanto dentro del club (cuerpo técnico y directiva) como fuera (club, prensa) es más factible que ese jugador pueda adquirir un compromiso. No ya profesional, sino emocional. Interiorizar lo que ese determinado club quiere inculcar, porque ésta es una apreciación importante; cuando un club persigue un fin siempre será mejor, más motivador, que otro cuya meta pase por acabar la temporada en la mejor posición posible. Lo cual requiere, quizá, humanizar el club. Pero eso, evidentemente, es otra cuestión. Y esto, lo de buscar el compromiso de los jugadores también es aplicable a los equipos aficionados, en los que, a lo mejor, es más complicado encontrar nexos de unión, pero también hay que saber sacar partido de ellos porque pueden ser los que decidan si un conjunto se mantiene o no, si asciende o no.

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