lunes, 9 de febrero de 2015

Matices sin cerrar

Lo vivido este domingo en Las Gaunas se escapa de la razón. Una concatenación de sucesos obligaron a la Unión Deportiva Logroñés y al Compostela a ir sobreponiéndose a las diferentes adversidades que se iban sucediendo. Lo que ocurrió en los minutos finales, sin embargo, sí que encuentra sentido en el devenir de un duelo de idas y venidas, puesto que fue la traca de unos fuegos artificiales imprevisible que, en esta ocasión, acabaron con un un punto para cada equipo. Sin embargo, más allá de las tablas y de cómo se logró empatar, en apenas dos minutos cuando la derrota de la UDL parecía inminente, el encuentro permite abrir una serie de debates para buscar una mejoría del colectivo.

El regreso de Zubiri al once, el debut de Muneta, el nuevo dibujo del equipo, el carácter mostrado yendo por debajo en el marcador, Ubis, el tema de los lanzadores de penaltis, la movilidad que contagia Joel Valencia, las arrancadas de Sergio Martínez, la fragilidad de Miguel en las salidas... un gran abanico de puntos que merecen ser tratados. Confío en poder dar salida a todos ellos, aunque no sean por ese orden.

Lagunas hubo desde el comienzo. Cuando ambos equipos estaban en igualdad, se vio a un Compostela más ordenado, más decidido. Con 4 jugadores en la medular colocados en rombo y con dos puntas, el cuadro blanquiazul le hizo daño al UD Logroñés. Los de Carlos Pouso, con un 4-1-4-1 se vieron superados en la parte ancha del campo. Con Julio Rico por delante de los centrales y con Chevi y Muneta en la línea de creación, el equipo se partía cada vez que perdía un balón en campo contrario. Como la presión tras pérdida no era efectiva, a los locales no les quedaba otras que correr mirando el número del rival. La consecuencia era que los riojanos se rompían: 5 defendían y 5 atacaban. Situación que variaba cuando uno de los laterales se incorporaba al ataque, dejando aún menos efectivos en la retaguardia. Cuestión que aprovechaba un Compostela que lanzaba balones sobre los futbolistas que dejaba descolgados. En el comienzo, Quim Aráujo trajo en jaque a los blanquirrojos. Desde la punta del rombo descolocaba una y otra vez a Julio Rico que acumulaba muchos metros, pero sin efectividad, mientras el 10 compostelano caía a las bandas, venían en apoyo, llegaba en segunda línea... Si la presión tras perder la pelota hubiera sido más asfixiante, si se hubiera parado el juego (una falta) en la transición defensiva o si Titi y Menudo, en labores defensivas, se hubieran metido más al medio para ayudar los problemas a lo mejor se podían haber solucionado. 

Lo bueno de este dibujo es que Muneta y Chevi gozan de mayor libertad. Por lo visto en el comienzo, son dos futbolistas que se buscan, que quieren asociarse, que dotan al equipo de mayor capacidad para combinar por dentro, además de permitir que lleguen más jugadores desde la segunda línea tras un centro. Como es lógico, tiene sus cosas positivas y sus aspectos negativos, el principal que el equipo se parta en dos y, por momentos, se convierta en un correcalles que, a no ser que el marcador sea desfavorable, no favorece a los blanquirrojos.

Estas deficiencias se acusaron hasta que hubo igualdad numérica, es decir, hasta el minuto 30. Una media hora que hacía justicia a lo visto sobre el campo con el tanto de Jimmy. La expulsión de Moisés, entrada fuerte, podía haber sido una losa, pero como acto seguido se produjo la roja al lateral zurdo de los visitantes y el tanto de Muneta, de falta directa con la ayuda de un Marqueta blando para coger la pelota, parecía que la situación podía cambiar. Y la UDL, sin merecerlo, se encontró con un penalti a favor que Camochu desperdició lanzándolo horrible. Que a continuación Mensha le ganara la acción a Zubiri y batiera a Miguel para colocar el 1-2 al filo del descanso pareció más una desafortunada acción que el mérito a la igualdad existente desde hacía unos minutos sobre el campo.

Se abre capítulo respecto a los lanzadores. El exdelantero del Compostela, como apuntó Pouso, es uno de los elegidos, junto a otros futbolistas: Ubis (en el banquillo), Menudo y Muneta. El técnico vasco señaló en la rueda de prensa posterior que "hubiera preferido que lo habría tirado otro, pero se le vio decidido y no hay nada que achacar". Como excusa dijo "que hubiera tanto tiempo desde que se indicó hasta que se lanzó nunca favorece al tirador" (puede que se le dé muchas vueltas a la cabeza). Todo apunta a que Muneta, al que le dio galones con la falta y que había marcado un gol, debía haber sido el elegido o incluso Menudo, que ya sabe lo que es marcar desde los once metros.

Comenzaba la segunda parte y quedaba claro que el Compostela, como así fue, se dejó querer. Esperó su oportunidad, dejó el balón al cuadro local y se afanó en cerrar espacios en la retaguardia. La UDL quería, lo intentaba, pero le faltaba dar ese último pase para generar ocasiones de peligro. A la contra, los de Iñaki Alonso pudieron rematar la faena en dos acciones casi seguidas. Primero Mensha no atinó con todo a favor, el balón le botó en el momento de poner el interior; y después Quim Aráujo se recreó para favorecer que un defensor, con el cuerpo, evitara el 3-1. Fue una fase que requería algo más de mordiente. Pouso optó por quitar a Camochu y reubicar a Menudo como referente. La intención era que hubiera más movilidad, que los centrales, ambos con tarjeta, se tuvieran que desplazar para fijar su marca. Con Joel Valencia en escena, el UD Logroñés mostró algo más de verticalidad y movilidad con y sin balón. Chevi, con un despliegue físico sensacional, iba y venía, ayudaba en defensa e irrumpía en ataque con conducciones para atraer a sus oponentes. Lo dicho, sólo faltaba el remate. 

Pero el fútbol tiene estas cosas, que arriesgas y en una de esas acciones en las que juegas demasiado con fuego, te quemas. Miguel juega en corto, hay un tacón por medio y una pérdida, el balón le llega a Yacine Qasmi, que debutaba con los compostelanos en Las Gaunas, se echa el balón a un lado y allí aparece Zubiri que cae en la trampa del fornido delantero franco-marroquí. Penalti a favor de los santiagueses en el minuto 82. Jordan, que comenzó como delantero y acabó como lateral izquierdo, tiró raso y por el medio. Suficiente para instalar el 1-3. Inamovible. Eso parecía cuando algunos aficionados decidieron abandonar el campo municipal, en una de las entradas más pobres de la temporada.

Con todo perdido ocurrió lo inexplicable, esa traca final de unos fuegos artificiales en los que hay mucha luz y color. Sergio Martínez se disfrazó de mago con dos asistencias de lujo. Primero culminó una gran combinación con Chevi para que Miguel Santos diera alas a los locales con el 2-3 en el minuto 87 (Marqueta puso las manos y el balón se coló entre ellas). Envalentonados, los riojanos presionaron para obligar al Compostela a que rifara el esférico. La pelota le llega a Sergio Martínez que, por el centro hizo un par de regates, se lanzó al suelo para mandar el cuero con la puntera hacia la derecha para que la grada explote con el empate a tres en el 88'. Increíble.

Con Ubis ya en el campo, los locales recuperaron la figura del ariete. El riojano lucha, se faja con los defensas, trata de ayudar, muchas veces falla lo que en la grada piensan que es fácil pero otras acierta cuando nadie se lo imagina. El delantero, centro de las críticas, escuchó como la afición le silbaba tras un remate de cabeza que se le fue fuera. Sin embargo, en el fútbol se pasa de villano a héroe en nada, en lo que cuesta que la pelotita entre en la portería. Entonces, lo sucedido instantes antes, se olvida. No hay memoria, un error que a algunos aficionados, viscerales y desvividos por su equipo, les pasa factura. Las pulsaciones a mil y el sentimiento se fusionan para increpar o aplaudir en función de lo que uno espera y desea. Lo que pocos pensaban era que ese balón que le vino tras el esfuerzo de Sergio Martínez acabaría en gol. El blanquirrojo controló y chutó con potencia, el balón tocó ligeramente en el cuerpo de un defensor para variar lo justo la trayectoria del tiro. Larguero y adentro. Empate a tres y jolgorio en la grada. Ubis, con rabia, se acerca a la grada y hace un gesto (se pone la mano en la oreja como diciendo ahora no es escucho), del que él mismo se arrepiente minutos después en las redes sociales.

Y pudo llegar lo inimaginable, la remontada de la UDL en el tiempo añadido. Joel Valencia saca un córner, el balón se queda sin dueño en el área, aparece Zubiri, remata y cuando se cantaba el 4-3 aparece el cuerpo de un defensor del Compostela para evitarlo. Hubiera sido lo máximo para un partido en el que hubo de todo, dos expulsiones, dos penaltis (uno fallado y otro marcado), goles en dos minutos...

Para concluir, me gustaría apuntar un par de cosas. Por un lado, la cruz puesta sobre Herreros (dos encuentros sin convocar) y la vuelta al once, después de muchos partidos, de Zubiri. El joven jugador riojano comenzó sin dudas, siendo contundente y práctico. Llegó tarde para tapar a Mensha y en el penalti pecó de inexperiencia, le pudieron las ganas. Actuación correcta, para nada sencilla tras bastante tiempo inactivo. Con continuidad seguro que mejora sus prestaciones, ya lo hizo la temporada pasada y lo ha demostrado en ésta. Por otro lado, Miguel evidenció ayer que las salidas no son los suyo. En el segundo tiempo asumió, hasta en tres ocasiones, el riesgo de buscar la pelota por arriba y en todas ellas falló, aunque sin consecuencias.

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