miércoles, 12 de junio de 2013

Dejo las botas por la pizarra

Punto final a lo de ser jugador, pero punto seguido a mi vinculación con el fútbol. No sé si era el momento o no, pero es lo que he decidido. Ha sido una decisión difícil, pero ni mucho menos traumática (a lo mejor cuando empiece la competición...). Quizá me lo ha puesto más sencillo el hecho de encontrar un nuevo reto, algo ilusionante que seguro que me hará crecer como persona. Porque al fin y al cabo el fútbol es pasión, ilusión y cuando estos sentimientos te abandonan, mal asunto. Seguro que echaré de menos el ir a entrenar, el ir siempre delante y por el exterior en la carrera continua, el ambiente del vestuario, las conversaciones con los compañeros, la sensación de saltar al campo para hacer lo que más me gusta... pequeños detalles que dejarán paso a otros igual de gratificantes que tengo de ir descubriendo poco a poco.

Mis lágrimas después de la derrota contra el Anguiano (quedaban dos partidos para el final liguero) fueron el primer paso para asimilar que el descenso del Yagüe era más que evidente. Impotencia, rabia, muchos sentimientos encontrados que desembocaron en que mi frialdad desapereciera. Quizá era la constatación de que llegaba mi hora. El empate en Pradejón confirmó mis sospechas, estábamos descendidos a falta de un milagro. Mientras que la derrota contra el Calahorra originó lo que todo el mundo sabía: el Yagüe regresaba a Regional. Ya los momentos previos a ese último partido los viví con la sensación de no saber si sería, como así ha sido, la última vez que me vestiría de corto en un terreno de juego a nivel federado. Desde que me marché de casa, desde que entré al campo, desde que me quitaba la ropa, desde que me ponía las medias, desde que me ataba las botas, desde que escuché la charla anterior al choque, desde que salí a calentar, desde que el árbitro pitó el comienzo, desde que toqué la pelota por primera vez, desde que vi cómo encajábamos el primer gol, desde que me sentí en el vestuario en el descanso, desde que regresé al campo, desde que el colegiado señaló la conclusión del partido, desde que daba la mano a los rivales, desde que aplaudí a la afición... Podía ser la última vez que lo hacía y no era consciente. Un poco así. Pese a ello no acabé de disfrutar del momento. De saborearlo. Ahora, me arrepiento.


Fue el primer partido, contra el Alfaro, de la que ha sido mi última temporada. LARIOJA
A simple vista, desde fuera, puede resultar incomprensible que el jugador de campo que más minutos ha disputado esta temporada en Tercera en el grupo XVI cuelgue las botas. Parece que todavía me quedaba gasolina. Si alguna vez había pensado cuándo debía ser mi retirada, tenía claras dos cosas: cuando viera que no podía aportar lo que deseaba y si consideraba que me arrastraba por los campos. Es decir, no aceptar el rol dado o que el aspecto físico fuera determinante. Sin embargo, creo que ninguna de la dos cosas han sido claves, ni mucho menos, para dejarlo. El agotamiento mental tras una campaña que me ha minado bastante y la falta de ilusión por seguir jugando han inflluido en mi decisión. No es algo nuevo, evidentemente. Desde hace dos campañas, en verano, siempre me planteaba una duda, ¿será la última temporada?  Curioso que hace un año ni me lo cuestioné. Pero el devenir de la temporada ha provocado que mi mente fuera pensando en otras cosas.

Acabada la temporada, preguntado sobre si iba a continuar, algo que desde el club daban por hecho, les sorprendí cuando les dije que me lo estaba pensando, que me veía más en otras facetas que como jugador. Pasado un tiempo de reflexión, de sopesar qué me motiva más, me he decantado: me retiro y comienzo mi aventura como entrenador (bueno ya he contado con dos experiencias hace unos años). Confío en poder transmitir la pasión por el fútbol a mis futuros jugadores, así como no caer en los errores (y sí aprovechar los aspectos positivos) de los técnicos que he tenido. 

Partido Casalarreina-Yagüe, de la temporada 2005/06. Al final de esa campaña, logramos el ascenso.
Como es evidente, múltiples imágenes se solapan cuando trato de recorrer mi trayectoria. He sido uno más de los muchos jugadores aficionados. De nunca mi pretensión fue vivir de esto (no creo que tuviera condiciones para ello), simplemente disfrutar con algo que va por mis venas: el fútbol. Regular, disciplinado (quizá demasiado), solidario, polivalente... rasgos que me pueden describir como futbolista. Casi siempre más pendiente del bien colectivo que de mi bien particular. Tonto que es uno.  Centrocampista, central, lateral por la derecha y por la izquierda... menos delantero y portero he pasado por todas los sitios. Centrocampista habitual en las categorías inferiores del Logroñés hasta que el lateral izquierdo que teníamos se lesionó de gravedad. Había que buscar una alternativa. ¿Quién se defendía con la izquierda? Presente. Desde entonces con ese 'Sanbenito' de '3'. Siempre se fichaba a alguien, pero, al final, el que jugaba ahí era yo. Sin embargo, en juvenil alternaba demarcaciones en la zaga. Menos mal.

Ya en el Agoncillo me tuve que acoplar a lo que me mandaran (siempre lo he hecho). Llegaba de nuevo tras seis años sin jugar al fútbol. Lateral derecho, izquierdo, central... lo que hiciera falta. Lástima que el hombro derecho se me saliera con insistencia (única lesión que he tenido). Pese a ello, contento con mi participación en el ascenso a Tercera. Tras la operación del hombro gocé de pocas oportunidades, así que opté por seguir jugando aunque fuera en una categoría inferior. Gran acierto. Me fui al Yagüe. Ahí he disfrutado de este deporte. Lo he hecho, además, en un club de barrio con sus cosas buenas y sus cosas malas. Hay que adaptarse. Durante algunas temporadas el centro del campo ha sido mi sitio. Probablemente, el primer ascenso a Tercera (2005/06) de amarillo haya sido mi temporada, a título personal, más brillante. Luego vino la campaña (2006/07) en la que jugué todos los minutos (lo repetí años después en Regional, 2010/11), una satisfacción personal. Descenso (2009/10), ascenso (2011/12) y de nuevo descenso (2012/13). Con esto último me voy. Mi única decisión errónea fue irme al Rapid (2007). Por suerte, duré dos meses. Tiempo suficiente para aprender. Desde luego aquello cambió mi manera de actuar dentro de un vestuario... y para bien.


Con mucho trabajo conseguimos la permanencia en Tercera empatando en Cenicero (2007/08)
Me gustaría agradecer el apoyo, incondicional, de mis padres (han sido infatigables viéndome) y de mi novia (ella ha sido mi apoyo en los malos momentos), así como de todos los compañeros que he tenido porque de todos he aprendido (espero que haya sido algo recíproco). Asimismo, de la lista de entrenadores que he tenido quiero agradecer a Eduardo Llanos, culpable de que me haya sabido colocar en el campo; a Alejandro Fernández por animarme a ir a hacer la pretemporada con el Agoncillo después de seis años, se dice pronto, sin jugar al fútbol; a Juan Carlos Herrero, que me dio la oportunidad de engancharme a este deporte; y a Fran de Miguel (gemelo) por apostar por mí en el Yagüe y darme la libertad de disfrutar dentro de un terreno de juego. Del resto, quiero guardar las cosas buenas que me han aportado, tanto desde la faceta deportiva como humana, fundamental para llegar a las personas. Sin duda, no se reduce a jugadores y entrenadores, también están los directivos y aficionados de los que también se aprenden cosas. Gracias a ellos porque son el fundamento de este deporte.

Podría seguir escribiendo, pero tengo que ponerme límites. Sí que me gustaría quedarme con lo que dijo públicamente el que ha sido mi último entrenador en la charla previa del partido ante el Calahorra: "Ojalá mi hijo jugara hasta tu edad y con el nivel que lo estás haciendo". Ahora es el momento de poder transmitir mi pasión por este deporte a los que vengan. Empezando por el Yagüe juvenil.

Mi último gran momento: el ascenso a Tercera de la temporada 2011/12.

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